Como intentamos hacer siempre en nuestros viajes, cogimos un vuelo con dirección París por la mañana, así llegamos con el tiempo y tranquilidad suficientes para instalarnos y tener una primera toma de contacto del lugar que vamos a visitar. Por lo tanto, una vez aterrizados nuestro primer destino importante iba a ser la Basílica del Sacré Coeur en la montaña de Montmartre. Comimos rápidamente un bocata y un refresco en una terraza cerca del hotel y nos pusimos en marcha colina arriba buscando este bonito lugar.

Pero antes de llegar hacia allí queríamos ir a un lugar que a pesar de no ser de los más famosos, sí que debería ser de obligada visita para todas la parejas que visitan París. Estamos hablando del muro de los «Je t’aime». Como indica su nombre, este muro tiene escrita la expresión Te amo en todos los idiomas. Así que esta era una romántica forma de empezar nuestro viaje.

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Después de tomarnos un café en la plaza y caminar un poquito más llegamos por fin a los pies de Montmartre. Desde allí abajo se puede vislumbrar la fantástica Basílica del Sacré Coeur (Sagrado Corazón). Hay dos maneras de llegar arriba. Bien a pie por unas empinadas escaleras, o subiendo a un funicular que te lleva rápidamente arriba. No lo pensamos y escogimos la segunda opción. Enseguida subimos y ya una vez en lo alto pudimos contemplar la belleza de esta basílica.

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Construida como un edificio religioso a perpetuidad en homenaje a la memoria de los numerosos ciudadanos franceses que habían perdido la vida durante a guerra franco-prusiana, es uno de los edificios más visitados de París y con una de las mejores vistas de la ciudad. Destaca su color blanco, poco común en este tipo de edificios.

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Muy cerquita de la basílica se encuentra la famosa plaza de los pintores, en la que multitud de pintores y artistas hacen retratos a los turistas que lo deseen o simplemente a pintar sus cuadros. Esta plaza tiene una gran tradición ya que en ella los pintores realizaban sus obras desde el siglo XIX. Aunque ahora está totalmente masificada y es un buen reclamo turístico, aún se respira ese ambiente parisino bohemio de aquella época.

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Después de un rato paseando por esos 130 metros por encima del nivel del mar decidimos bajar de Montmarte hacia la zona en la que nos hospedamos, ya que un par de manzanas al lado se encuentra la Opera y las famosas galerías Lafayette. En ambos edificios apenas estuvimos mucho tiempo. Simplemente entramos en sus interiores rápidamente para conocerlos un poco. De las galerías simplemente decir que son eso, unas galerías comerciales al estilo El Corte Inglés, eso sí, con glamour, mucho glamour.

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Y en cuanto a la ópera el edificio es una pasada y quizá valga la pena conocer su interior disfrutando de alguna obra, pero no era nuestra intención, así que solo estuvimos en el hall de la entrada.

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Caminando entre galerías y ópera acabamos la tarde. Estábamos bastante cansados pero aún nos quedaban fuerzas para ir a un otro lugar. Tras una buena ducha y un par de pizzas tocaba acercarnos al Moulin Rouge, el famoso cabaret parisino. Es un lugar que estuvimos debatiendo ver desde dentro, ya que son famosos sus espectáculos de música y bailarinas. Pero entre su elevado precio y que tampoco nos apasionaba demasiado nos quedamos por sus alrededores (eso sí, con fotaza incluida).

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Y ahora sí que sí, cansados de un largo y agotador día nos retiramos a descansar. Ha sido una buena toma de contacto con París, y hemos podido conocer una pequeña parte. Mañana es 14 de julio, fiesta nacional en Francia. Esperemos que no esté demasiado colapsado y que podamos ir a nuestro aire tranquilamente (si es que en esta ciudad llena de turistas se puede ir tranquilamente).

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