Dicen que el perro es el mejor amigo del hombre. Tal es así, que en la historia que os vamos a contar ahora vais a poder comprobar cómo hay algunas ocasiones en las que esta frase es totalmente cierta.

Nuestra historia tiene lugar en Edimburgo a mediados del siglo XIX. Un vigilante nocturno llamado John Gray solía ir acompañado de Bobby, su pequeño perro de raza skye terrier las noches de ronda. Desgraciadamente John murió de tuberculosis el 8 de febrero de 1958 y fue enterrado en el cementerio de Greyfriars.

Hasta aquí os puede parecer todo normal, pero lo conmovedor de la historia es que Bobby nunca abandonó a su dueño. ¡Permaneció durante 14 años al lado de la tumba de John! Da igual que lloviera, hiciera frío o nevara ya que Bobby siempre estaba allí.

Así que los habitantes de la ciudad se encariñaron tanto con él que le llevaban comida y bebida para que no le faltara de nada. De hecho en aquellos años las autoridades de la ciudad aprobaron una ley que obligaba que cada perro tuviera una licencia ya que había una gran cantidad de perros callejeros abandonados. Se dice que Sir William Chambers, un lord de la ciudad, pagó la licencia de Bobby evitando así que acabara siendo sacrificado al no tener dueño que pagara su licencia.

Finalmente tras esos 14 años, en enero de 1872 fallecía Bobby. Tal fue la repercusión que incluso el famoso periódico The Scotsman de Edimburgo anunció su muerte. El perrito fue enterrado cerca de la tumba de Gray (no en el mismo cementerio ya que no se podían enterrar animales).

Cementerio de Greyfriars

Justo en ese momento, la entrañable historia acabó convirtiéndose en leyenda. La prueba de ello fue que poco tiempo después, el escultor William Brodie hizo una estatua en honor a Bobby… ¡a tamaño real! la cual está a pocos metros del cementerio de Greyfriars. Y también justo a la entrada del cementerio hay una placa recordando la historia de este pequeño perrito.

Bobby Greyfriars con niños

Así que como podréis imaginar, durante nuestro fin de año en Edimburgo, fuimos en busca de Bobby para poder conocerlo personalmente. Y tras preguntar e indagar un poco lo acabamos encontrando. Fue emocionante para Xavi & Àlex encontrar la estatua y poder tocar la nariz del perrito del cual les habíamos hablado.

Greyfriars Edimburgo con niños

Y es que dicen que tocarle la nariz a Bobby suele dar suerte, por lo que Àlex no dudó en acariciarla para «bendecirnos» a todos. Por lo tanto, familias viajeras, si algún día vais a Edimburgo no dejéis de visitar a Bobby, el perro más fiel del mundo.

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