Viajar a Irlanda significa sumergirse en una isla inundada por el intenso verde que cubre sus interminables valles. No en vano, la merecidamente llamada isla esmeralda ofrece a sus visitantes paisajes únicos rebosantes de naturaleza y vida gracias a las frecuentes lluvias depositadas en sus tierras por el inmenso océano Atlántico. Un océano que ha esculpido playas y acantilados imposibles con la fuerza del viento y las olas chocando contra las rocas. Pero viajar a Irlanda significa también adentrarse en la ancestral cultura celta la cual rigió la vida de la isla desde el siglo V hasta que las invasiones inglesas acabaron con parte de su legado e historia. Y digo en parte porque esta cultura celta sigue aún muy presente en muchos sitios de Irlanda. Uno de esos lugares es el monasterio de Clonmacnoise el cual visitamos durante nuestro viaje en autocaravana a Irlanda.
Clonmacnoise significa Prado de los Hijos de Nós. Fue San Ciarán (uno de los obispos de Irlanda) quien tras una visión buscó durante años el lugar adecuado para el futuro emplazamiento de su monasterio. San Ciarán encontró finalmente en el año 545 d.C. esta colina oculta en un rincón remoto a orillas del río Shannon entre las provincias de Meath y Connacht. Desgraciadamente San Ciarán murió al año de fundar el monasterio debido a la fiebre amarilla con su obra aún inacabada, lo que no apagó su crecimiento ya que Clonmacnoise acabó siendo uno de los centros religiosos más importantes de la Europa de la época, recibiendo al visita de estudiantes de todo el continente.
Para visitar el monasterio lo ideal es llegar a últimas horas de la tarde para disfrutar así tranquilamente de la visita justo cuando las excursiones y autobuses ya se han ido. Nosotros llegamos a las 17:30h, una hora perfecta ya que apenas había 3 o 4 coches en el parking. Al llegar y pagar los 16 euros de la entrada (8 por adulto ya que Xavi y Àlex no han pagado) hemos comenzado una visita que tiene su inicio a través de un pequeño museo con imágenes y paneles que recrean como era este lugar en su época más esplendorosa.
Lo mejor de este pequeño museo son las tres grandes cruces celtas originales allí expuestas para evitar la erosión del exterior y poder conservarse en buen estado, por lo que las del exterior son réplicas.
La Cruz de las Escrituras, que originalmente se encontraba frente a la Catedral está considerada como una de las mejores cruces en Irlanda. Realizada en piedra en el año 900, tiene 4 metros de altura y está decorada con escenas bíblicas aunque no se han podido descifrar la mayoría de ellas.
La Cruz del sur mide también casi 4 metros de altura. Realizada en la misma época que la anterior presenta escenas de la crucifixión de Jesucristo.
Por último, de la Cruz del Norte, datada sobre el año 800, solamente queda el eje y la base. El eje está tallado en tres de los cuatro lados con dibujos de humanos y animales.
Ya en el exterior se pueden visitar las ruinas de este monasterio medieval. Paseando por allí uno se da cuenta de que la elección de tal obra no se dejó al azar. Hay que reconocer que la elección del emplazamiento fue un todo un acierto ya que aquello se convirtió en lugar de peregrinaje además de convertirse también en importante centro religioso, comercial y político. Aunque también llegó a ser una fatalidad ya que vikingos, ingleses y normandos saquearon Clonmacnoise más de una decena de veces entre el siglo IX y XIII.
A Clonmacnoise se le llamaba el monasterio de las 7 iglesias lo que nos hace una idea de su importancia. Al encontrarse en la frontera entre dos condados, el monasterio estuvo bajo la influencia de muchos reyes, tanto del condado de Connacht como del de Meath y de Tara, por lo que algunos de esos reyes fueron enterrados aquí, incluido el último de los reyes supremos de Irlanda, Rory O’Connor en el año 1198. Además estaba la abadía de los monjes y una amplia comunidad de laicos los cuales se dedicaban a la artesanía, agricultura, ganadería o el comercio. Se estima que en el siglo XI habría una comunidad de entre 1500 o 2000 personas viviendo aquí.
A pesar de estar en ruinas, sí que se reconocen los diferentes templos o espacios. Destacan por ejemplo las cruces (aunque no son las originales), algunas tumbas o las dos torres circulares típicas celtas, la de Finghin y la de o’Rourke. No hay que perderse la Puerta de los Susurros en el edificio principal, ya que sobre este pórtico se pueden ver los bajorrelieves de San Francisco, San Patricio y Santo Domingo. De hecho, se le llama la Puerta de los Susurros porque la acústica es tan buena que se oye hasta el mínimo susurro en su interior.
Pasear por allí y sin apenas turistas fue uno de los grandes momentos de nuestro viaje a Irlanda. Buscábamos conocer de primera mano uno de los lugares de más importancia de la Irlanda celta, la anterior a las invasiones vikingas e inglesas que minaron su historia aunque no del todo, ya que finalmente los irlandeses lograron de nuevo ser independientes en 1922. Además como el espacio es bastante grande y totalmente acotado, hemos podido visitarlo con tranquilidad mientras Xavi y Àlex no paraban de jugar y correr por sus alrededores de hierba.
Finalizábamos así la visita a este bonito sitio, testigo de la cultura irlandesa y que yo personalmente recomiendo como visita a Irlanda. Además porque no es un lugar demasiado masificado como otros y en él podemos más sobre conocer la esencia de este fantástico país.
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