Para conocer París sabíamos que teníamos que caminar mucho, mucho, mucho. Así que después del palizón de ayer, hoy estábamos preparados para un nuevo día de dura caminata.

Lo primero que hemos hecho ha sido volver a la Torre Eiffel ya que teníamos clavada la espinita de no poder haber subido en el día de ayer. No queríamos quedarnos sin el placer de subir a contemplar las vistas de la ciudad. Así que bien prontito nos acercamos allí. Por suerte hoy no hay viento y por fin podremos subir. Además, al tener las entradas compradas del día anterior no hemos tenido que hacer cola, por lo que en pocos minutos hemos subido a admirar la inmensidad de París.

Al bajar, y cerca de allí nos dirigimos a la famosa plaza del Trocadero, donde se encuentra el museo de La Marina francesa. Se trata de un museo bastante sencillo, aunque es interesante ver la evolución del mundo naval a través de su colección de barcos, buzos y objetos varios.

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Tampoco nos entretuvimos demasiado allí, ya que nuestro principal interés del día era el de conocer otro museo. Posiblemente el más famoso del planeta. Obviamente estamos hablando del Louvre, lugar el cual alberga una gran colección de las mejoras obras artísticas mundiales. Objetos, esculturas, cuadros, etc. Cabe decir que el Louvre es inmenso, y que cuenta con infinidad de salas con interminables pasillos. Así que decidimos tomárnoslo con calma ya que teníamos planeada otra visita a lo largo de los días que nos quedaban, Por lo tanto nos dedicamos a recorrer tranquilamente algunas galerías, aunque no queríamos irnos sin algunas de sus piezas más famosas, concretamente la Venus de Milo y la Victoria de Samotracia, dos esculturas realmente imponentes. Y como no, la archifamosa Joconda o Mona Lisa del maestro Leonardo Da Vinci.

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Tampoco pretendemos aburriros demasiado hablando sobre muesos y sus obras, simplemente hemos nombrado las más famosas y conocidas.

Después de nuestro pequeño empacho de arte, ya con el estómago lleno (comimos en el mismo Louvre) nos acercamos a la iglesia de Saint Sulpice, segunda más alta de la ciudad, y últimamente conocida por aparecer en El Código da Vinci. Esta iglesia se encuentra en la bonita plaza de Saint Sulpice, yº es de las mejores conservadas ya que no sufrió ningún daño durante la revolución francesa. Quizá fue así debido a que fue diseñada por un astrónomo cuyo encargo fue además el de construir un gnomon para calcular la fecha de Pascua a través de los equinoccios.

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Nuestros pies necesitaban un pequeño descanso después de una buena caminata por toda esta zona centro. Y qué mejor lugar que los jardines Luxemburgo, uno de los lugares de los parisinos. Son realmente grandes y están muy bien cuidados, por lo cualquier rincón es bueno para tumbarse y disfrutar del día. Son la muestra perfecta de la vida de la capital francesa, en la que sus ciudadanos disfrutan de estos espacios verdes.

Tras un buen rato de descanso en los jardines que nos sirvió como revitalizador, nuestra próxima visita en un día bastante completo era el Panteón. Ubicado muy cerca de donde estábamos, el Panteón es uno de los edificios más antiguos de París, y durante su historia ha tenido multitud de usos, tanto religiosos como patrióticos. Pero fue durante la Tercera República cuando se le dio su uso definitivo. Coincidiendo con el funeral de Víctor Hugo, el Panteón pasó a albergar los cuerpos de personajes ilustres una vez fallecidos. Así pues allí reposan los restos de gente como Voltaire, Rousseau, Monnet o Marie Curie. Ciertamente es un lugar en el que se respira solemnidad y respeto. Grandes personalidades de la humanidad descansan allí. Una visita, que aunque corta, vale la pena.

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Y con esta visita acabamos un día más por esta fantástica ciudad. Nos sentimos agotados al final de cada día. Pero teniendo en cuenta la gran cantidad de cosas por conocer, no nos queda otra que caminar, caminar y caminar. Mañana saldremos de la ciudad. Nos vamos a otro lugar histórico no demasiado lejos del centro de París. Estaremos en el Versailles, lugar donde está uno de los más grandes palacios de la Edad Media y símbolo de la vida monacal de esa época. Otro lugar magnífico nos espera.

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