Después de descansar y tomar fuerzas con un buen desayuno, empezamos a dar nuestros primeros pasos por Lanzarote. Primera parada, búsqueda del «rent a car» para recoger nuestro coche de alquiler, ya que sin él iba a ser muy difícil moverse por la isla. En esta ocasión, un clásico Renault Clio iba a ser nuestro compañero de viaje.
El coche lo recogimos en Playa Blanca. Una playa típica turística de la que hay poco que comentar. Entre unas cosas y otras, como ya era mediodía comimos por allí antes de irnos a Arrecife, nuestro objetivo de hoy. Arrecife es la capital de Lanzarote. Es el lugar más habitado de todos, y sus edificios, a pesar de ser relativamente bajos, no son como los de las otras partes, con esas pequeñas casitas blancas de una altura.
Estuvimos paseando por allí y quizá lo más destacable fue una pequeña parte del puerto, en la que hay una antigua fortificación que hace es el museo de arte contemporáneo. Ahora, a parte de algunas obras que forman parte del museo, también había una exposición de muñecos vestidos con todos los trajes típicos regionales de España. Por supuesto, nos hicimos la foto con los muñecos que iban vestidos de falleros, traje típico de la Comunidad Valenciana.
Tras de visitar el museo estuvimos un poco más por el puerto, y después regreso al hotel.
La verdad que Arrecife nos decepcionó un poco. Digamos que es bastante más «modernizado». Como ya hemos dicho anteriormente, los edificios, calles, etc. se parecen más a la decoración de la España continental que a la del resto de la isla.
Al día siguiente íbamos a visitar el parque nacional del Timanfaya, gran atractivo de Lanzarote, por lo que esperábamos quitarnos ese pequeño mal sabor de boca que nos estaba dejando este inicio de viaje.
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